
Una noche de vértigo
Nietitos amados, les escribo todavía exhausta y conmovida por lo que viví la noche del jueves en el programa "Vértigo", no sólo porque fue extremadamente difícil hablar allí de algo que he guardado durante décadas, sino sobretodo porque era mi obligación darle visibilidad a mis hermanos, los ex presos políticos torturados, cuarenta de los cuales se mantienen en huelga de hambre desde el 13 de abril sin que ningún medio de comunicación informe siquiera que existen, menos aún que están muriendo sin que el Estado los reivindique, repare y reconozca en justicia como víctimas de delitos de lesa humanidad.
Mi caso es uno de miles. Soy un número más en la lista llamada "Informe Valech", basada en datos comprobados que el Arzobispado recopiló, documentó y chequeó minuciosamente. Es necesario decir que quienes declaramos ante esa Comisión somos sólo una pequeña parte de los torturados por los servicios represivos de la dictadura. Hay cientos de compañeros cuyos casos no fueron incluidos, porque ya habían muerto en el año 2004 -fecha en que se hizo el catastro de torturados-, porque vivían fuera del país, porque no existían antecedentes probatorios de su tragedia o por otras razones. Qué injusto es que ellos ni siquiera sean reconocidos por el Estado en su calidad de víctimas de la dictadura.
Los datos del Informe Valech son chocantes pero no muestran la magnitud del daño: vidas quebradas, biografías de enorme dolor, el drama de callar durante décadas una verdad que debería avergonzar a los torturadores y no a sus víctimas. Los medios de comunicación ocultan que esa lista contiene 3.621 casos de mujeres torturadas en dictadura, 3.400 de ellas abusadas sexualmente. Anoche intenté hablar por todas ellas, cuyos testimonios nadie escucha. Cada una de esas mujeres vivió la misma pesadilla que yo, pero no tienen la posibilidad de ir a un programa de alta audiencia, en un canal de la televisión abierta, y contar la terrible verdad.
Tampoco hay espacio en los medios para proclamar que los torturadores de Pinochet no se amilanaron frente a la edad de sus víctimas. En el Informe Valech figuran 1.244 menores de 18 años, 176 de los cuales eran menores de 13 años.
Éramos niños. Estábamos en la edad de jugar despreocupadamente, de reír y descubrir la belleza del mundo, pero nos apresaron y sometieron a suplicios indescriptibles. Algunos de nosotros logramos sobrevivir, marcados para siempre por un dolor sin final. No sé -me lo he preguntado muchas veces- si habría sido mejor que me mataran, no seguir viviendo con esta carga. Pero entonces recuerdo a los que no pudieron enamorarse, luchar con su pueblo en las calles, volver a sonreir, soñar con un país sin miedo, experimentar momentos felices, tener hijos y nietos, verlos crecer, esos otros niños que el Informe Rettig -de 1991- determinó en 54 casos de detenidos desaparecidos menores de edad. Yo pude ser parte de esa lista. De hecho, no sé y nunca sabré por qué no estoy entre ellos.
Es extraño lo que me pasa hoy: a pesar de todo estoy contenta de haber ganado el jueves. Es una tontera frente al horror, pero me parece que entre tantas derrotas, tanta pérdida, tanto ninguneo y rechazo, nos viene bien -a La Abuela y sus nietos- ganar en algo. Tiene cierta poesía el hacerse escuchar con más de veinte puntos de rating, en el programa de mayor audiencia del país. Me sentí muy acompañada por cada uno de ustedes. Mis nietos en masa se sumaron tuiteando, escribiendo, haciendo fuerza mental, apoyando de mil formas, desde todas las ciudades de Chile, y también desde Alemania, Estados Unidos, Australia, Uruguay, Argentina, Suiza, España y Dinamarca, donde muchos chilenos vieron el programa y me respaldaron. Anoche fuimos un gran ejército-chuZma. Ese es un verdadero triunfo. Y es hermoso, bueno y justo.
Pero sin duda, el mayor logro de anoche es haber visibilizado, en el marco de un exitoso estelar, a las personas que vivimos prisión política y tortura. Instalar en la pantalla, inesperadamente, el sufrimiento, los vejámenes, las torturas sicológicas y físicas, los electrochoques, las violaciones, los amagos de fusilamiento, las ruletas rusas, los pau de arara, que sufrimos personas concretas, de carne y hueso, sólo por pensar distinto que Augusto Pinochet Ugarte.
Tengo la esperanza de que ustedes me ayuden a divulgar las reivindicaciones de los ex presos políticos torturados que hoy llevan una semana en huelga de hambre con el siguiente petitorio:
- Que las pensiones para los presos políticos de la dictadura sean niveladas a un ingreso mínimo necesario que garanticen la supervivencia
-Que reciban un desembolso único de una cantidad relativa correspondiente a lo padecido y denunciado ante instancias de la Justicia
-Que sus derechos a pensión y a estudio sin costo alguno puedan ser traspasados a miembros de la familia y esposas o esposos. Lo segundo tiene sentido debido a que la edad de la mayoría de ex presos supera los cincuenta años.
Ha llegado la hora de sacar la voz. Durante años y años yo no hablé de mi propia experiencia simplemente porque no era capaz. No podía. Cuando intenté hacerlo no me salían las sílabas ni las frases. Mi testimonio frente a la Comisión Valech fue posible porque ellos tenían la documentación detallada de mi caso y porque había profesionales altamente especializado que se tomaron todo el tiempo necesario para permitir que uno pudiera hacer el relato de lo vivido. Pero incluso allí quedé por horas inmovilizada y sin habla, como si el dolor estuviera más allá de las palabras, condenado al silencio.
Muchas veces en estos años, sobre una micro, o caminando por las calles o mirando el mundo a mi alrededor musité para mí misma esa canción de María Elena Walsh: "Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí, resucitando. Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal, porque me mató tan mal... y seguí cantando".
Los años y ustedes, nietitos, me han hecho fuerte. Me han permitido cantar al sol como la cigarra. Eso hicimos juntos anoche: "Tantas veces me borraron, tantas desaparecí, a mi propio entierro fuí, sola y llorando". Pero ustedes me devuelven la dulzura. Ustedes me dan el valor necesario. Ustedes me rescatan de la oscuridad. "Igual que sobreviviente que vuelve de la guerra".
Pamela Jiles
20-04-2015
