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Columnista invitado: Gastón Muñoz Jiles

Moda y deconstrucción

 

Todo arte es superficie y símbolo al mismo tiempo. Quien excave por debajo de la superficie lo hace bajo su propio riesgo.

Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray

1890

 

             ¿Por qué debemos seguir adhiriendo a ese lugar común que vincula la moda con lo superficial? El año 1966 la siempre chic Susan Sontag publicó su ensayo Contra la interpretación, instalando la defensa de que el gran “Arte” había sido desmerecido por cierto ímpetu que negaba los efectos sensibles inmediatos en el espectador. Era un vehemente llamado de atención a los estudiosos de la estética y la teoría de las artes, quienes buscaban mantener la antigua separación entre contenido y forma ya en crisis. Podríamos definir la relación entre contenido y forma como una estrategia que separa la superficie visual de un objeto de algo abstracto que va más allá y que solamente es manejable por la institución académica, un intento esnob por separar una élite intelectual por sobre una vasta mayoría. Si consideramos brevemente la teoría filosófica de la deconstrucción y su elaboración en el diseño de vestuario, daremos cuenta de cómo la moda ha sido una de varias expresiones en las que el pensamiento occidental ha encontrado un soporte visual.

              La teoría de la deconstrucción fue introducida en la misma década de los 60 por el filósofo francés Jacques Derrida, con ella buscaba rastrear las ideologías implícitas dentro del conocimiento a través de su forma dominante de transmisión: el lenguaje. Para Derrida, la tradición del pensamiento occidental habría operado a través de un “logocentrismo”; una intención de racionalidad que supone que hay una verdad final la cual es alcanzada o, mejor, asediada a través de las distintas operaciones en las que la reflexión del sujeto es escrita. El privilegio otorgado a la escritura como depositario de la filosofía (la reflexión del sujeto) no es gratuito y supone una relación, muchas veces traicionera, entre el habla (pensamiento) y el signo (escritura). La teoría de la deconstrucción se cimienta sobre la oposición entre el habla y el signo, analizando cómo los textos son construidos desde una precesión de efectos positivos o imágenes mentales. Estas imágenes serían obtenidas a través de las diferencias provistas por las mismas palabras, y no así desde una ausencia metafísica la cual normalmente es dominada por la exégesis de las instituciones.

            Existe una relación entre la teoría de la deconstrucción y la moda. Pues, la teoría de la deconstrucción es empleada comúnmente al análisis de textos, debido a que da por hecho la relación entre texto y conocimiento. Este tipo de análisis podría considerarse altamente estético[1], siendo que no solamente busca esclarecer la finalidad y el bagaje ideológico de un texto (su contenido) sino como estos son afectados por la visualidad de las mismas frases, palabras o letras (forma). La relación entre el contenido y la forma es una relación constante en las expresiones visuales, vinculando así la deconstrucción con el arte tanto como la moda. Ciertas corrientes en la arquitectura y en el diseño de vestuario de la segunda mitad del siglo 20 aplicarían de forma utilitaria la teoría de la deconstrucción, tal como había ocurrido en el análisis de textos filosóficos.

            Introduzcamos ahora a un tercer personaje dentro del panorama de la década de los 60. La japonesa Rei Kawakubo se licenció como filósofa el año 1964 antes de comenzar a trabajar como estilista de moda freelance. La baja oferta de ropa femenina en el mercado –en términos de variedad– la llevaba a crear sus propias prendas de vestir utilizando piezas prêt-à-porter las cuales descocía y alteraba. Las malas lenguas la vinculan amorosamente en esta época con el diseñador Yohji Yamamoto, de quien rápidamente se habría de deshacer debido a que sus colecciones empezaban a incorporar de forma notoria el estilo personal de Kawakubo. Finalmente, el año 1973, el mismo año que daría comienzo a la Dictadura Militar en Chile, Kawakubo instala su propia marca de ropa femenina, curiosamente llamada Comme des Garçons o “como los niños”.

            La propuesta de Comme des Garçons era, por lo bajo, muy innovadora para el mercado japonés de aquel entonces. Kawakubo, como filósofa devenida diseñadora autodidacta, aplicaría la teoría de la deconstrucción en la elaboración de sus prendas. Desde la hechura de las prendas o examinando ropa preexistente, destruyéndola y reconstruyéndola, no solamente consideraba la materialidad o la construcción de las mismas prendas (forma), sino que se buscaba denunciar y vaciar el contenido histórico-ideológico de las mismas, en particular la idea del binarismo de género[2].

            Tomemos como ejemplo hipotético una camisa: Rei Kawakubo no solamente habría de considerar la forma en el que los paneles de tela son adheridos unos a otros por costuras para así confeccionar el sistema “camisa”, sino también la historia de la camisa en sí: como se desprende desde el vestuario femenino para ser establecida por el traje masculino occidental como masculina. “[E]l vestido femenino puede absorber casi todo el vestido masculino, que se contenta con «rechazar» ciertos rasgos del vestido femenino (un hombre no puede llevar faldas, mientras que una mujer puede llevar pantalones)...” (Roland Barthes, El sistema de la moda, 1973.) Apostando por el androgenismo, Kawakubo trabajaría el vestuario femenino desde los conjuntos negros monocromáticos, comentando así la asimilación colonial del vestuario occidental y el estricto canon de belleza femenino en Japón[3], el cual vinculaba a la mujer con los elaborados pero sobrios estampados coloridos.

          Si tratamos de abstraer la operación descrita anteriormente, Kawakubo trabajaría una colección, o un sistema de prendas ordenadas según estación, considerando por sobre todo la especificidad de cada prenda en particular previo a un efecto conjunto. En este caso, una prenda originaria sería concebida en dos partes: en su contexto y concepto tanto como en su materialidad. Entonces, el producto del diseño consideraría, de forma deconstructiva, tanto la significado como el significante moda, o bien el contenido y la forma de la prenda en simultáneo. El resultado de esta función daría con una nueva prenda deconstruida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

            El año 1981, debutaría Comme des Garçons en la Semana de la Moda de París, recibiendo bastante revuelo y una recepción bipolar de parte de la crítica especializada. Sin embargo, Destroy, la segunda colección de Comme en París, sintetizaría de manera ejemplar los temas antes planteados. La silueta propuesta en Destroy apostaría por una desexualización absoluta del cuerpo femenino. Anchos suéteres tejidos y desechos se coordinarían en monocromo con amplias faldas de drapeado asimétrico. El sujeto-moda en esta colección, hecho presente a través de la deconstrucción, sería un sujeto femenino cuya sexualidad no sería definida más allá de una anécdota biológica: la negación del cuerpo binario es a su vez la afirmación del cuerpo de género fluido. Esta y otras provocaciones minimalistas de Kawakubo le conseguirían el apodo “Hiroshima chick” a manos de la prensa, comparando así sus desfiles comerciales con el terrorismo de estado.

       En 1986, los Seis Belgas, colectivo independiente de modas proveniente de Bélgica, viajarían desde Amberes a La Semana de la Moda de Londres. Si bien sería la propuesta original de Comme des Garçons la que inauguraba la fluidez de género en la alta costura, serían los Seis los que aportarían las parafilias al imaginario deconstructivo. Desde occidente, los diseñadores belgas de avanzada habrían de incorporar libremente la estética del sadomasoquismo dentro de sus colecciones, con particular énfasis en lo performativo de los desfiles: fueron los primeros en vendarle los ojos a las modelos al desfilar.

            Los diseñadores del colectivo Seis llegarían a adquirir un éxito crítico y comercial similar al de Comme des Garçons, incluyendo nombres como Anne Demeulemeester y Dries van Noten. Posteriormente el colectivo pasaría a llamarse 6+, incorporando al destacado diseñador Martin Margiela. Debido a un creciente interés de la filosofía en torno a la cultura popular y la moda durante los años 80, tanto los Seis como Margiela y en especial Kawakubo quedarían consolidados como el movimiento deconstructivo en la moda. De esta forma, pasaría a institucionalizarse la idea de la deconstrucción aplicada en prendas comerciales, perdiendo en sí su efecto contracultural.

 

Gastón J. Muñoz J.

 

11-04-2015

 

 

 

[1] Entendemos acá la estética como una subdisciplina de la filosofía la cual es la principal herramienta para ingresar al arte; el estudio de cómo el sujeto (el receptor y emisor del conocimiento) aplica formas de distribución material a ciertos objetos (el arte siendo el caso privilegiado de este fenómeno debido a que las obras artísticas tienen como principal función el ser percibidas).

 

[2] El binarismo de género podría definirse como la tendencia en el pensamiento occidental (falo)logocentrista por reducir la sexualidad en los sexos biológicos aceptados por la norma: el masculino y femenino en relación heterosexual.

 

[3] Para la tradición japonesa, la belleza física e intelectual de una mujer era descrita a través de la alegoría de la delicadeza de una flor, acompañada por la actitud sumisa; ambas acepciones circunscritas en su concepto nadeshiko yamato, el cual está altamente ligado al uso del kimono y a su estampado muchas veces floral.

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